Un hombre acude a la consulta
del médico, el cual le dice que tiene
dos corazones...
-¡Imposible! ¿Cómo voy a tener
dos corazones).
Pero el galeno le contesta
en tono conciliador:
-Piénselo detenidamente. Ahora
márchese a su casa y vuelva dentro de
una semana y hablaremos del tema.
No muy convencido, pero sin otra
alternativa, el paciente le toma la
palabra al doctor y desaparece.
Esa noche, las dudas no le dejan
conciliar el sueño. ¿Qué habrá querido
decir el médico realmente?
¿Por qué no quiso enseñarle las placas
en la consulta? ¿Tendría algo malo?
Un estado de sopor se apodera de él.
Los recuerdos fluyen a su mente a modo
de caleidoscopio...
El pensamiento le transporta 15 años
atrás, cuando vivía en Túnez con Soraya,
su mujer. Y una terrorífica visión
le hace revivir aquel amargo momento.
El momento en que él y Soraya
se precipitaron por el acantilado
al fallarle los frenos a su viejo Citroën.
Como buen nadador no tuvo mayores
dificultades en salir del vehículo. Sin embargo, le resultó imposible salvar a su mujer. Cuando finalmente logró
rescatarla, abrazó un cuerpo ya sin vida.
Desde entonces siente el corazón de
Soraya latir junto al suyo. Nunca quiso
renunciar a esa sensación. Y ahora comprende ese vigor y energía "extra"...
Es la fuerza de Soraya, cuyo corazón
se ha convertido en el "inquilino"
de su corazón.
Y llegado el día de su nueva cita con el médico, acudió puntual para comentarle
lo que había estado pensando...
-Pase, le estaba esperando. ¿Ya
comprende lo que quise decirle
cuando le hablé de sus dos corazones?
-Sí, doctor. Y creo que no debo de ser
el único con estas características.
Lo que sucede es que no todos tenemos
la gran suerte de encontrar a una
persona tan entendida y humana
como lo es usted, capaz
de descubrir certeramente las
emociones reales de sus pacientes.
-Me satisface que lo vea usted así.
-Gracias, doctor. Adiós. Buenas tardes.
-Adiós, vaya usted con Dios.
Autor: Antonio Jesús Ballesteros Izquierdo
© Todos los derechos reservados.