Aburrida... Mucho más que aburrida... ¡Aburridísima!. Así me encontraba viendo entrar a tanta gente en mi sección sin que nadie, absolutamente nadie, se fijase en mi. Quizás éramos demasiadas. Quizás no gustase el color de mi piel (un verde manzana apistachado). Y es que llevaba más de dos meses en el mismo estante sin moverme, mientras que mis compañeras ya habían sido adoptadas. Pensé que al ser algo grandota les resultaría más difícil encontrarme pareja.
Hora punta. Los Grandes Almacenes Myrtus rebosaban de gente que iba y venía, buscando y buscando... De pronto oí una voz que exclamaba de manera insistente:
-¡Esa de ahí arriba! ¡Sí, esa! me gusta el color y la forma. Será ideal para mi viaje a Egipto.
-¿Va usted a Egipto? -le preguntó la empleada-. ¡Pues es el destino de mi vida! Pero de momento, con la hipoteca del piso y el nuevo coche, mi pareja y yo tendremos que dejar el viaje para más adelante.
Al escuchar la conversación, me dije que ya había encontrado dueña. Por fin saldría de mi aburrido estante.
Carmen (que así se llamaba), resultó ser una chica muy encantadora, aunque con un cierto toque entre excéntrica y perfeccionista. Me miró detenidamente una y otra vez mientras
abría todos mis compartimentos. Volvió a cerrarme todas las cremalleras y ajustó la combinación numérica de mi cerradura. Después hizo un gesto de aprobación... ¡Le había gustado!
Vacía no peso tanto, así que me cogió por el asa y salimos a la calle. Llovía. Tuvimos suerte de encontrar enseguida un taxi. El tráfico era muy denso. Yo iba contenta. Ahora ya tenía dueña y nos iríamos de viaje a conocer mundo... ¡Qué ilusión!
Al llegar a la casa me dejó enseguida sobre su cama, y se dispuso a escuchar los mensajes que tenía en el contestador. No tardó nada en volverse a reunir conmigo. Le oí decir que primero haría la maleta y luego cenaría algo. Y comenzó a llenarme de ropa y de más cosas. Casi me asfixia. De reojo, vi en la cabecera de la cama un billete de avión junto a un folleto turístico. Nuestro destino... ¡Egipto!
Carmen, antes de cenar, se había encargado de ponerme "bien rellenita". Posteriomente, me acercó al pasillo y me puso junto a la puerta de entrada. Y noté dos cariñosas palmaditas mientras me decía: -Hasta mañana. Vas a ser mi mejor y más útil compañera de viaje. No te vayas a perder...
El vuelo Madrid-Luxor no fue nada bueno para mi. Tuve un mareo horrible durante todo el trayecto. Me pusieron en la bodega de carga, con tan mala suerte de que muy cerca había un cargamento de queso francés que olía como demonios. ¡No era justo!. Mi dueña iba en su cómodo asiento de primera clase, y sin enterarse de lo mal que me lo estaba yo pasando...
Por fin llegamos al aeropuerto de Luxor. Mi primer y gran pensamiento fue el de reunirme cuanto antes con Carmen. La echaba de menos. Paciencia -me dije-. Y tras casi dos horas de espera fuí depositada en una cinta transportadora. ¡Qué alivio!... Pero dentro de esta placidez algo llamó mi atención. A tan sólo unos metros por delante de mi iba otra maleta igualita a la mía en tamaño y color. Parecíamos gemelas. Y al verla temí lo peor de lo peor y comencé a asustarme. En efecto, vi a Carmen dirigirse a la maleta "clonada" para retirarla. Intenté chillar, avisarle. Pero fue imposible. Las maletas no hablamos.
Instantes después noté como una mano fuerte y carnosa me levantaba con increíble facilidad y cierta brusquedad. Vi a un hombre corpulento comentar algo con otro que se hallaba a su lado. Y pensé... ¿qué harán conmigo cuando se enteren de la equivocación?... El pánico caló hasta mis forros. No tenían buena pinta aquellos dos sujetos. Por el tono cetrino de su piel parecían egipcios. Además, no entendía su idioma.
Me tiraron de muy mala manera en el maletero de un viejo "Simca 100", y entonces comenzó mi calvario con el traquetreo de una carretera casi sin asfaltar. Y tras cuatro interminables horas de marcha pararon el coche, abrieron el maletero y me sacaron. Sus caras estaban demasiado sonrientes, por lo que sospeché que algo malo tramaban... Aquello no me encajaba.
En la puerta de la vieja casona nos esperaba un hombre bajito, refugiado tras unas enormes gafas oscuras. Su cara me resultó tan siniestra que hasta las cremalleras me castañearon.
Hablaron los tres durante un buen rato. No les entendía, pero sus gestos demostraban un gran interés por mi. Pasamos todos al interior de un destartalado despacho. Me abrieron con pericia y rapidez.Comenzaron a sacar toda la ropa de Carmen. Y se pusieron por completo histéricos. Uno de ellos, totalmente encolerizado, me estampó con fuerza contra la pared. Cuando "aterricé" en el suelo, el otro hombre se apresuró entonces a levantarme y comenzó a destriparme con una enorme navaja. ¡Me desnudaron por completo! ¿Qué pensaban encontrar?. Por supuesto que sería algo de mucho valor para ellos...
Y el hombre bajito y de gafas oscuras (o sea, el jefe), ante la enorme decepción sufrida, sacó una pistola y sin ya mediar palabra alguna terminó en un instante con la vida de mis dos secuestradores. Acto seguido, desapareció todo cabreado.
De repente, me encontré completamente sola y perdida en un lugar que desconocía. Me asusté muchísimo. ¿Cómo haría yo para salir de esa situación... no se me ocurría nada?
Por favor, al "genio" que se ha inventado esta historia, le suplico que avise urgentemente a Carmen para que intente localizarme y venga enseguida a por mi... ¡Gracias!
Autor: Antonio Jesús Ballesteros Izquierdo
© Todos los derechos reservados.
Hora punta. Los Grandes Almacenes Myrtus rebosaban de gente que iba y venía, buscando y buscando... De pronto oí una voz que exclamaba de manera insistente:
-¡Esa de ahí arriba! ¡Sí, esa! me gusta el color y la forma. Será ideal para mi viaje a Egipto.
-¿Va usted a Egipto? -le preguntó la empleada-. ¡Pues es el destino de mi vida! Pero de momento, con la hipoteca del piso y el nuevo coche, mi pareja y yo tendremos que dejar el viaje para más adelante.
Al escuchar la conversación, me dije que ya había encontrado dueña. Por fin saldría de mi aburrido estante.
Carmen (que así se llamaba), resultó ser una chica muy encantadora, aunque con un cierto toque entre excéntrica y perfeccionista. Me miró detenidamente una y otra vez mientras
abría todos mis compartimentos. Volvió a cerrarme todas las cremalleras y ajustó la combinación numérica de mi cerradura. Después hizo un gesto de aprobación... ¡Le había gustado!
Vacía no peso tanto, así que me cogió por el asa y salimos a la calle. Llovía. Tuvimos suerte de encontrar enseguida un taxi. El tráfico era muy denso. Yo iba contenta. Ahora ya tenía dueña y nos iríamos de viaje a conocer mundo... ¡Qué ilusión!
Al llegar a la casa me dejó enseguida sobre su cama, y se dispuso a escuchar los mensajes que tenía en el contestador. No tardó nada en volverse a reunir conmigo. Le oí decir que primero haría la maleta y luego cenaría algo. Y comenzó a llenarme de ropa y de más cosas. Casi me asfixia. De reojo, vi en la cabecera de la cama un billete de avión junto a un folleto turístico. Nuestro destino... ¡Egipto!
Carmen, antes de cenar, se había encargado de ponerme "bien rellenita". Posteriomente, me acercó al pasillo y me puso junto a la puerta de entrada. Y noté dos cariñosas palmaditas mientras me decía: -Hasta mañana. Vas a ser mi mejor y más útil compañera de viaje. No te vayas a perder...
El vuelo Madrid-Luxor no fue nada bueno para mi. Tuve un mareo horrible durante todo el trayecto. Me pusieron en la bodega de carga, con tan mala suerte de que muy cerca había un cargamento de queso francés que olía como demonios. ¡No era justo!. Mi dueña iba en su cómodo asiento de primera clase, y sin enterarse de lo mal que me lo estaba yo pasando...
Por fin llegamos al aeropuerto de Luxor. Mi primer y gran pensamiento fue el de reunirme cuanto antes con Carmen. La echaba de menos. Paciencia -me dije-. Y tras casi dos horas de espera fuí depositada en una cinta transportadora. ¡Qué alivio!... Pero dentro de esta placidez algo llamó mi atención. A tan sólo unos metros por delante de mi iba otra maleta igualita a la mía en tamaño y color. Parecíamos gemelas. Y al verla temí lo peor de lo peor y comencé a asustarme. En efecto, vi a Carmen dirigirse a la maleta "clonada" para retirarla. Intenté chillar, avisarle. Pero fue imposible. Las maletas no hablamos.
Instantes después noté como una mano fuerte y carnosa me levantaba con increíble facilidad y cierta brusquedad. Vi a un hombre corpulento comentar algo con otro que se hallaba a su lado. Y pensé... ¿qué harán conmigo cuando se enteren de la equivocación?... El pánico caló hasta mis forros. No tenían buena pinta aquellos dos sujetos. Por el tono cetrino de su piel parecían egipcios. Además, no entendía su idioma.
Me tiraron de muy mala manera en el maletero de un viejo "Simca 100", y entonces comenzó mi calvario con el traquetreo de una carretera casi sin asfaltar. Y tras cuatro interminables horas de marcha pararon el coche, abrieron el maletero y me sacaron. Sus caras estaban demasiado sonrientes, por lo que sospeché que algo malo tramaban... Aquello no me encajaba.
En la puerta de la vieja casona nos esperaba un hombre bajito, refugiado tras unas enormes gafas oscuras. Su cara me resultó tan siniestra que hasta las cremalleras me castañearon.
Hablaron los tres durante un buen rato. No les entendía, pero sus gestos demostraban un gran interés por mi. Pasamos todos al interior de un destartalado despacho. Me abrieron con pericia y rapidez.Comenzaron a sacar toda la ropa de Carmen. Y se pusieron por completo histéricos. Uno de ellos, totalmente encolerizado, me estampó con fuerza contra la pared. Cuando "aterricé" en el suelo, el otro hombre se apresuró entonces a levantarme y comenzó a destriparme con una enorme navaja. ¡Me desnudaron por completo! ¿Qué pensaban encontrar?. Por supuesto que sería algo de mucho valor para ellos...
Y el hombre bajito y de gafas oscuras (o sea, el jefe), ante la enorme decepción sufrida, sacó una pistola y sin ya mediar palabra alguna terminó en un instante con la vida de mis dos secuestradores. Acto seguido, desapareció todo cabreado.
De repente, me encontré completamente sola y perdida en un lugar que desconocía. Me asusté muchísimo. ¿Cómo haría yo para salir de esa situación... no se me ocurría nada?
Por favor, al "genio" que se ha inventado esta historia, le suplico que avise urgentemente a Carmen para que intente localizarme y venga enseguida a por mi... ¡Gracias!
Autor: Antonio Jesús Ballesteros Izquierdo
© Todos los derechos reservados.