LA INCREÍBLE HISTORIA DE UNA MUJER
CABREADA PERMANENTEMENTE
CON EL RELOJ...
CON EL RELOJ...
MARIAPRISA era una señora nerviosa, delgada, y con
muy mal genio. Siempre se levantaba a las 7 de la mañana.
Tenía mucha prisa porque se hiciese antes de día, para
que el tiempo pasase rápido y llegase antes la noche. Pero
Don SOL la ignoraba, y salía cuando era su hora, nunca antes.
MARIAPRISA desayunaba medio vaso de leche, con
media cucharada de azúcar y media galleta. No tenía tiempo
para más...
Durante el día adelantaba varias veces la hora para
que llegase cuanto antes doña LUNA. Pero no conseguía su
propósito. Don SOL, una vez más, seguía burlándose de ella.
Entonces, MARIAPRISA cogía un gigantesco trozo de
tela negra y lo sujetaba entre dos nubes, de punta a punta
del cielo. Luego, con un montón de bombillas (que lucían como
estrellas), y un espejo recortado en forma de media luna, decía
que ya había llegado la noche.
¡Gran mentira!. A su espalda se encontraba todavía
don SOL, sacándole la lengua.
MARIAPRISA se enfadaba muchísimo y le decía toda
nerviosa: -Queda ya muy poco para que "te mueras".
Y don SOL le contestaba en tono burlón: -Es verdad,
pero ocurrirá a mi hora, y no cuando a ti te de la gana. Sabes
bien que, aunque te disguste, mañana, como todos los días,
volveré a salir.
Cada minuto que pasaba, MARÍAPRISA tenía más y
más prisa. Y como no había conseguido salirse con la suya
-pese a colocar la gran tela negra entre las nubes-, se fue
corriendo a su casa y bajó las persianas, hasta que todo
quedó bien oscuro... y se metió a toda prisa en la cama para
dormirse muy aprisa, muy aprisa, muy aprisa...
A todo esto, resulta que sólo eran las 7 de la tarde.
Imaginaros pues lo chiflada que estaba. Creía que así era ya
de noche, y que antes se haría de día.
Pero como la realidad era otra, y don SOL aún seguía
brillando, MARIAPRISA estaba muy cabreada y nerviosa.
No tenía sueño. No podía dormirse, y se dedicaba a "contar
ovejitas". Pero las contaba tan aprisa, que se equivocaba
contínuamente de número.
Las ovejitas le decían suplicantes: -Por favor, por favor,
MARIAPRISA, si nos haces correr tanto, al saltar tropezaremos
unas contra las otras y nos caeremos.
Y MARIAPRISA, con muy mal genio contestaba: -Saltad,
saltad, holgazanas, que sois muchas y tengo que contaros a
todas para que venga pronto don SUEÑO...
Pero don SUEÑO tardaba en llegar y MARIAPRISA se
desesperaba inútilmente, ya que tenía que dormirse muy
aprisa para que se hiciese pronto de día.
Y como siempre, estaba equivocada, pues con tanto
adelantar y adelantar el reloj, se había hecho un lío enorme...
Ya no sabía distinguir el día de la noche, ni la noche del día.
Cuando finalmente lograba dormirse, soñaba cosas
muy raras: que iba en una diligencia por el Lejano Oeste, y
que unos indios la perseguían muy aprisa. También soñaba
que viajaba en un avión, y que le decía al piloto que si no era
capaz de ir más aprisa, ella misma pilotaría el avión o se
bajaría en marcha. Pero el sueño más tonto de todos, era
cuando soñaba que tenía prisa en despertarse.
Como comprendereis, con esta forma tan loca de ser,
MARIAPRISA nunca lograba estar contenta ni ser feliz. Decía
que no tenía tiempo para tonterías.
Vivía tan aprisa, que no era capaz de ver la belleza de
las cosas... Los días pasaban para ella a la velocidad del
rayo. Y así, sin casi darse cuenta, llegó a cumplir 90 años.
MARIAPRISA nunca se enteró de nada. Sólo
sabía tener mucha prisa y muy mal genio y, como era de
esperar... murió.
La enterraron muy aprisa (tal como hizo constar en su
testamento). Pero la gente del pueblo puso en su lápida lo
siguiente:
"Aquí yace MARIAPRISA. Pasó por este mundo
sin conocer la belleza de las cosas... Jamás supo que
existían los niños, ni la música, ni la poesía, ni los pájaros,
ni las flores... Murió sin saber el significado de la palabra
FELICIDAD. Ahora descansa en paz, y sin prisas.
NOTA: Este cuento fue leído por la poetisa Marilí Alfaro y Taboada, en el Círculo de Bellas Artes de Valencia, estando
acompañada por un cuarteto de música clásica y cuerpo
de baile. También se hizo una impresión de dicho cuento, que fue repartido entre los asistentes al acto.
Autor: Antonio Jesús Ballesteros Izquierdo
© Todos los derechos reservados