Me he dado todo a ti, día tras día.
He gozado contigo y he sufrido.
Lo dulce de la vida a ti lo debo,
lo amargo que gusté es sólo mío.
En las horas difíciles tu aliento
fue mi mayor estímulo.
Los triunfos que logré, sólo son tuyos,
los fracasos habidos, sólo míos.
Han pasado los años.
El hervor de la vida ha transcurrido
como ocurre todo,
como el fatal descenso de los ríos
al mar que los aguarda
para sumirse en él, que es su destino...
Diríase que nuestro amor es otro,
mas sigue siendo el mismo.
Nos amamos en paz, sin arrebatos,
con esa mansedumbre que es cariño
depurado de escorias,
Más firme cada vez, más puro y limpio.
Sólo le pido a Dios ser el primero
en hacer la andadura del camino.
Necesito tu apoyo, tu presencia,
que es mi mayor alivio.
No quiero llorar solo,
que hasta para llorar te necesito...
Autor: Antonio Jesús Ballesteros Izquierdo
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