jueves, 30 de junio de 2011

EL MISTERIO DE LA EXTRAÑA BOLITA VIOLETA

          

     Desperté confuso y sobresaltado. Había tenido un
sueño vívido e inquietante: cerca de donde vivo hay una gran avenida por la que se accede al colegio donde va mi sobrino Carlos. Y justo al lado del patio, una amplia pared sirve de improvisado lienzo a los "graffiteros" urbanos.


     Me disponía a subir a la acera, cuando reparé en una
preciosa niña (tendría unos 5 años), que arrastraba un cochecito de muñecas. Se la veía contenta, tarareando 
una canción. Estaba muy graciosa con sus trencillas rubias y su vestidito verde. Hasta quí, todo normal... 
     Ahora bien, lo que ya no resultaba nada creíble es 
que comenzase a subir por la pared con su cochecito, como si fuese una prolongación de la acera. 
Además, ni la niña ni el cochecito oscilaban ni se caían, desafiando así abiertamente la ley de la gravedad.


     Pasados unos minutos, volvió a la acera como si tal cosa.


    Me acerqué a ella. Sonrió. Le pregunté cómo había logrado hacer lo que hizo sin caerse. Y me respondió con una pasmosa naturalidad:
    -No tiene importancia, es muy sencillo.
    Y tendiéndome su manita -en cuya palma había una bolita violeta con pequeños puntitos dorados- dijo:
    -Tome señor, puede necesitarla. Tengo muchas más dentro de mi cochecito -que en realidad estaba repleto de ellas, pero sin existir ninguna muñeca.


     Cogí la bolita violeta que me ofrecía, y noté una gélida
sensación en mis dedos pulgar e índice. Cuando la deposité en la palma de mi mano comprobé que su peso era más que notablemente desproporcionado -unos 10 kilos, calculé-. ¿Cómo es posible que la niña no acusase tanto peso?. Por pura lógica matemática, si una sola 
bolita pesaba 10 kilos, ¿cuánto podría pesar el coche con miles y miles de ellas?. ¡Una locura!
    Y dándole las gracias por su regalo, me despedí de la
misteriosa niña...


    ...pero no había sido sólo un sueño. Me di perfecta cuenta de ello al despertar. Estaba totalmente empapado en un sudor frío y con fuertes temblores. 
   Comprobé que mi mano derecha estaba helada, y que apretaba con fuerza una minúscula y pesadísima bolita.


    Muy intrigado, fui ese mismo día a ver a una amiga geóloga para que analizase su composición.


    Diez días después ya se sabía el resultado: material extraño y desconocido en la Tierra. Imposible su correcta clasificación geológica.






    
    Volví a casa con mi bolita violeta. Y no se me ocurrió otra cosa que intentar hacer lo mismo que hizo la niña: andar por la pared.
   ¡Pensado y hecho!. Cogí fuertemente la bolita y me dispuse a "escalar" a paso normal. Mi sorpresa fue mayúscula cuando comprobé que, además de andar por la pared, también podía hacerlo por el techo sin ninguna dificultad. Me pareció estar emulando a Spiderman. No encontré explicación lógica. Y al cabo de un rato volví a mi posición natural. O sea, a tener los pies sobre el suelo.


    Acto seguido, dejé la bolita violeta sobre una superficie
sólida y fui a comprar el periódico. Nada más dar la vuelta a la esquina vi nuevamente a la niña... Sí, sí, a la niña del sueño. ¡La misma! ¡Y era real! Al reconocerme, me saludó contenta:
    -Mire, mire, señor -dijo mostrándome el cochecito-. Ya no me quedan bolitas, las he repartido todas.




    Un año después, la bolita violeta que tenía guardada 
en casa, desapareció. Encontré en su lugar, esparcidos 
por el suelo, los vidrios de la pequeña urna que la contenía, y pensé que podría haber sido un robo, aprovechando que estuve fuera el último fin de semana.


    Me dispuse a ir a por el recogedor para retirar los cristales, y en el pasillo me tropecé prácticamente con un extraño. No daba crédito a lo que estaba viendo. Le miré a la cara y di un respingo. Aterrorizado, descubrí que... 
¡ERA YO MISMO! pero con una diferencia muy notable, sus ojos eran de color violeta, con unos pequeños puntitos dorados.


    A continuación noté un fuerte mareo, seguido de un 
frío intenso, con la sensación de que mi cuerpo era a su vez absorbido por el cuerpo que tenía delante...


    Y en ese preciso momento volví a escuchar la misma cancioncilla, tarareada por la misma niña... Ésta, al verme,
sonrió como siempre lo hacía, a la vez que seguía arrastrando su cochecito mientras pronunciaba muy segura:
    -Señor, ya vuelvo otra vez a tenerlo lleno de bolitas violeta. Y veo que le sienta muy bien su "nuevo cuerpo". Casi ni se nota la diferencia. Estamos muy contentos... 
Ya nos falta muy poco para terminar con total éxito 
NUESTRO PLAN.




Autor: Antonio Jesús Ballesteros Izquierdo
© Todos los derechos reservados

  

4 comentarios:

  1. Imaginativo y muy entretenido..enhorabuena y gracias :)

    ResponderEliminar
  2. ¡Qué imaginación! Me pareció muy bello. Tienes una forma de escribir tan sencilla y cercana, que sería precioso oírte contar historias sentados junto a la chimenea.

    El cuento me ha recordado mi infancia, cuando con siete años, estaba empeñada en que podía subir andando por las paredes. Veía a las moscas cómo lo hacían y no se caían. ¿Por qué no podía hacerlo yo?. Y un día probé. Indudablemente la gravedad es más fuerte que mi voluntad. El porrazo fue enorme. Menos mal que quedó en un buen chichón y un gran susto.

    ResponderEliminar
  3. Ha sido realmente un gran placer leerte, efectivamente tu cueto es estupendo, completo y muy interesante.. logra transportarnos, tomar nuestra conciencia y de la mano llevarnos ante una niñita que cada quien imagina a su modo... te felicito y prometo hacerme asiduo visitante a tu blog.... saludos Antonio.

    ResponderEliminar