domingo, 31 de julio de 2011

EL MUÑECO DE NIEVE


       El día amaneció todo blanco. Alicia y Luis estaban muy
contentos. ¡Por fin podrían jugar con la nieve. Llamarían a 
todos sus amigos para hacer un gran muñeco.
       Era el día de Navidad... ¡Qué frío!
       Doña Julia, la castañera, ya había instalado su tenderete
en la esquina de la iglesia. Estaba asando las primeras
castañas de la mañana.





        Alicia y Luis desayunaron, y salieron rápidamente de
casa para llamar a sus amigos. ¡Qué blanco y bonito
estaba todo!
        Los amigos también se alegraron de la gran nevada, y se dirigieron al parque para jugar.
        Alicia cogió un gran montón de nieve entre sus manos
y lo lanzó al cielo mientras decía:
        -¡Mirad, mirad... está nevando!
        Luis hizo lo mismo, y todos le imitaron. En unos instantes sus cabezas estaban totalmente blancas.
        -Ya está bien de jugar a esto -dijo Luis-. Hagamos algo
diferente.
        -Pues entre todos haremos un gran muñeco de nieve,
aprovechando que ahora tenemos tanta -respondió Alicia,
contenta y feliz.
        -Será un muñeco gigante -dijeron.
        Y se pusieron manos a la obra...



        
        Por nariz le colocaron una gran zanahoria. Los ojos eran
dos castañas enormes que les había regalado doña Julia. En
la cabeza le pusieron un viejo sombrero. Para la boca le
incrustaron un peine. Y en una de las manos le plantaron una
escoba medio rota que encontraron.


        -¿No creéis que todavía le falta algo? -preguntó Alicia.
        -¡No! -contestaron a la vez todos los niños-. Está
bien así. No vemos que le falte nada. Está muy completo.
        -Pues os repito que le falta algo. ¿No sabéis que los
muñecos de nieve también tienen corazón?
        -¿Es eso cierto? -preguntaron los niños.
        ¡Sí! -respondió Alicia toda convencida.
        -¿Y qué le pondremos por corazón? -dijeron sus amigos.






       -Muy fácil -dijo Alicia-. Uno de vosotros irá a por un pedazo
de cartulina roja. Recortaremos un corazón, y se lo clavaremos
con una aguja.
       -Vale, vale, estamos de acuerdo.
       Alicia cogió el corazón de cartulina y lo clavó en el gran
muñeco de nieve.
       De pronto, todos se quedaron mudos de asombro... Se
había escuchado claramente un ¡Ay!
       Los niños se miraron unos a otros muy extrañados y
preguntándose: -¿Has sido tú, o tú, o tú?
       Pero nadie había dicho ¡ay!
       Entonces, exclamaron todos a una: -¡Ha sido el muñeco!
       -¡Imposible! -dijo Luis-. Los muñecos de nieve no hablan.
       Y Alicia respondió: -Quizás como estamos en Navidad...
      Quizás -dijeron los niños.


     
   

        Pasado un rato, se cansaron de jugar y se fueron a sus
casas olvidándose del muñeco de nieve.
        A la mañana siguiente, cuando el sol volvía a brillar de
nuevo, Alicia y Luis, a través de los empañados cristales de
su ventana, miraron hacia el parque... Y no vieron a su gran
muñeco de nieve. ¿Se abría derretido por completo?

        Llamaron a sus amigos. Y todos juntos fueron a ver lo
que había pasado en el parque.
        Efectivamente, el muñeco de nieve ya no estaba allí. El
sol de la mañana lo había derretido por completo. No quedaba
ni el sombrero, ni la escoba, ni la zanahoria... Posiblemente
el señor de la basura se lo habría llevado todo.

       De repente, Alicia exclamó: -¡Mirad allí, entre los árboles!
¡Es el corazón de cartulina!
       ¿Y qué hay sobre él? -preguntó Luis muy extrañado.
       -¿No lo veis? Es un pajarito muy chiquitín. El pobrecito
debe haberse caído del nido y estará muerto de frío.


       

        Pero el pajarito, al contrario de lo que pensaban, estaba
muy calentito. De esto se dió cuenta perfectamente Alicia que, al tocar con sus dedos el corazón de cartulina, notó como el
mismo desprendía un agradable calor...
        -¿No es esto maravilloso? ¡Mirad todos! El corazón de
cartulina está caliente y hasta se le oye latir como un reloj.
        -¡Sí! Y parece como si el rojo de la cartulina fuese ahora mucho más vivo y brillante -dijo Luis.


        Los niños no salían de su asombro. Durante un largo
rato se miraron unos a otros llenos de incredulidad. Por fin
dijo Alicia: -¿Véis cómo yo estaba en lo cierrto? Los muñecos
de nieve también tienen su corazoncito.


        Alicia cogió delicadamente al pajarillo y se lo llevó a casa.
Viviría con ella y su hermano Luis. Y también con sus padres y la tía  Leonor.




    


        Y todos prometieron que cada año, por Navidad, 
volverían a reunirse para hacer un gran muñeco de nieve
al que nunca, nunca, le faltaría SU CORAZÓN.




        Autor: Antonio Jesús Ballesteros Izquierdo
        © Todos los derechos reservados.

3 comentarios:

  1. **Es una hermosura, un sueño...visitarte, mil y mil gracias, un beso.**

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  2. Lindo, un gusto leer lo que escribes y lo bien que lo haces. Muchos besitos de luz. Entra a mi BLOG a visitarme Http://mariangeles-pedacitosdemivia.blogspot.com/

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  3. Es un relato o mas bien un cuento, precioso, muy apropiado para las fechas que vienen

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